22 de octubre de 2013

La vida se mueve en ciclos y no hay camino de vuelta.


Cuando San Jeremías era un anciano, que lucía barba blanca y que podía mirar hacia atrás a una larga vida, se sentaba con sus amigos y le contaba  anécdotas de su vida.
 
imagen cortesia de
http://www.cuapa.com
  
“Cuando era joven tenía un temperamento fogoso y sentía el impulso de cambiar el mundo. Rezaba todos los días a Dios que me bendijera con fuerzas extraordinarias para poder convertir la humanidad y transformar el mundo en un lugar mejor.

Pero ya en la madurez, desperté de golpe y me di cuenta de que había pasado la mitad de mi vida y el mundo seguía siendo el mismo.

A partir de ese momento le rogué  a Dios que me diera fuerzas para salvar a todos con los que estaba vinculado y para poder ayudar a aquellos que con más urgencia lo necesitaba.

Ahora que soy un anciano y que mis días están contados, mis súplicas a Dios son muchos más modestas. Mi única oración es: “Dios concédeme la gracia de cambiarme a mí mismo”.

Si ésta hubiese sido mi petición desde el principio hubiese logrado más”.

La vida se mueve en ciclos y no hay camino de vuelta.

Extraído del libro Mándalas  
Fuerza para el alma y el espíritu.
de Marlies y Klaus Holitzka

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